El mundo de los súpercoches de Ferrari gira en torno a dos conceptos muy simples y complejos al mismo tiempo: vehículos con motor V12 delantero y vehículos con motor V8 trasero. Tal dicotomía implica no pocas cuestiones técnicas y estéticas, pero el resumen podría ser el que sigue: los V12 son deportivos más potentes y musculosos, mientras que los V8 son coches con menos caballos pero más ágiles y dinámicos.
El portfolio de Ferrari se ha caracterizado siempre por incluir dos modelos de altura para abanderar ambas configuraciones. La última parejita fue la formada por el 599 Fiorano (V12 delantero) y el F430 (V8 trasero), ahí es nada. La sustitución de este último se acometió hace aproximadamente un año, no sin ciertas prevenciones por parte de los más ferraristas. Dada la excelencia del modelo, parecía poco menos que un reto imposible mejorarlo. Pero entonces llegó el 458 Italia –con sus aires de coche de competición disfrazado de Gran Turismo– y todo el mundo se olvidó del querido 430 al que reemplazaba. Ahora, como era de prever, le ha llegado el turno al 599.
Su sustituto se llama F12berlinetta y es el Ferrari más potente de la historia, gracias a un motor V12 atmosférico que empuja con 740 CV de potencia y 690 Nm de par. También es el más rápido –con un récord de 1' 23" en el circuito de Fiorano– y es capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 3,1 sg. Con tamañas alforjas, es fácil emprender un viaje a las antípodas de la nostalgia.
Leo los datos que ofrece Ferrari sobre este súperdeportivo (hace el 0 a 200 km/ en 8,5 segundos… ¡guau!) y no puedo dejar de preguntarme: ¿Hacen falta tantos caballos en un coche de calle? O, dicho de otro modo, ¿qué utilidad práctica se extrae de incrementar en casi 170 CV la potencia de un 458 Italia, si este último ya va que se las pela? Puedo decir, por experiencia propia, que toda vez que un coche sobrepasa los 500 CV y es capaz de romper la barrera de los 4 segundos en un 0 a 100 km/h, cualquier incremento en la potencia o la aceleración se nota ciertamente poco en un uso normal por carretera. Y sin embargo…
Los más apasionados del motor –y hay unos cuantos entre nuestros lectores– argumentarán que el automovilismo ha sido siempre una carrera entre los diferentes constructores por ir un paso más allá en cuanto a prestaciones, que el sonido de un motor V12 no tiene nada que ver con el de un V8, que burra grande, ande o no ande –y este Ferrari anda mucho– y que, en conclusión, al que no le guste, que arree. Y, en cierto modo, estoy de acuerdo con ellos. Un súperdeportivo es mejor cuanto más bestia.
Ahora bien, sacar esos 740 CV de los circuitos, a los que pertenecen por derecho, y amansarlos para que cualquier conductor pueda disfrutar de ellos sin grave riesgo para su vida, exige un trabajo impecable en el resto de elementos del coche. Empezando por los frenos –detalle nada baladí en un deportivo que alcanza los 340 km/h–, el F12 está dotado de unos carbocerámicos tan grandes como las llantas –que ya es decir–.
Siguiendo por el bastidor, se ha mejorado la suspensión neumática –controlada por un fluido magnético– y, como es tradicional en todos los Ferrari, los datos del diferencial electrónico, el control de tracción, el ESP y el ABS han sido unificados en una centralita para un óptimo trabajo conjunto.
La penetración en el aire de este modelo también mejora respecto al anterior 599 –hasta un Cx de 0,30–, lo que no se traduce en un menor apoyo aerodinámico: a 200 km/h, añade 123 kg al peso de la atmósfera (un 76% más). También se ha reducido en 70 kg el peso –1.525 kg– y se ha mejorado el reparto de masas: 46-54. Todo ello, gracias a un nuevo diseño del chasis que utiliza 12 aleaciones diferentes de aluminio y nuevas soldaduras para lograr un 20% más de rigidez.
Podríamos seguir aportando datos, como los del consumo: 15 litros de media, una cifra más que buena para un coche tan potente. Pero, al final, los datos son fríos y, en un deportivo de estas características, mareantes. Respondiendo a la pregunta anterior, si de verdad hace falta incrementar la potencia de un coche hasta los 740 CV, diré que mi opinión personal es que no es estrictamente necesario. Un súpercoche no se compra por un impulso racional, sino porque te enamora. ¿Dejarías de salir con una mujer de bandera porque no se ajustara a los preceptivos 90-60-90? ¿Te supondría un problema irresoluble que su pecho, en vez de marcar el 90 en la cinta métrica, solo llegara al 88? ¿Dejarías de comprar este Ferrari si sólo diera los 660 CV de su hermano de cuatro ruedas motrices, el FF, del que por cierto toma el propulsor? A lo que se me podría responder: ¿sería Ferrari lo que es Ferrari si no fuera capaz de poner en la carretera un coche de 740 CV? Tal vez no.