No es un súperdeportivo, esto es evidente, pero si tenemos en cuenta el número de miradas que es capaz de atraer cuando circula por la ciudad puede que al final lleguemos a confundirnos. El Nissan Cube es de esos coches que no dejan indiferente a nadie que tenga ojos en la cara, y esto hay que tomarlo de entrada como una virtud.
En Japón es, desde su aparición hace siete años, un auténtico icono del diseño. En épocas de tibieza impuesta por los departamentos de marketing, hay que reconocerle a Nissan el arrojo de sacar al mercado un modelo de los que sólo puedes odiar o amar. No hay término medio. Pero lo cierto es que la jugada le funcionó más que bien en el país del sol naciente, y ahora la firma nipona quiere repetir la misma operación en Europa, un mercado mucho más conservador y tan acérrimo de lo europeo. Si el experimento funcionará o no, pues el tiempo lo dirá. O las ventas. O ambos.
Para dar un repaso a sus rivales primero tenemos que obviar que, estéticamente, el Cube no tiene competencia, y este es uno de sus argumentos de compra más poderosos, si no el que más. El Cube es de esos coches que hablan de su propietario, que nos dicen lo divertido y moderno que es.
Pero el Nissan Cube también es un monovolumen de cuatro metros. Si nos quedamos sólo con esto, en el mercado hay ofertas bastante potentes como el reciente Opel Meriva, el Citroën C3 Picasso que ya probamos, el Skoda Roomster, el KIA Soul, el Renault Modus o el propio Nissan Note. La mayoría de ellos cuentan con muchas más opciones mecánicas que el Cube, tanta modularidad interior y sus precios arrancan desde más abajo, pero sus apuestas estéticas, que en este segmento son de las consideradas atrevidas, palidecen al lado del cubo japonés.